martes, 17 de noviembre de 2015

Los cangrejos

Don Domingo y Manuela se quedaron contemplando la inmensidad del mar. El viento soplaba suave, trayendo la fresca brisa marina mientras las olas tronaban desplazándose alegremente hasta las arenas.

-Papá, ¿Por qué los cangrejos hacen hoyos en la arena?
-Porque ahí viven -Respondió Don Domingo.
-La mar les destruye la guarida que construyen -Afirmó Manuela.
-Es verdad, pero fíjate, vuelven a salir de sus cuevas y cavan con fuerza y rapidez otro hoyo.
-Papá -Insistió la niña-, ¿a los cangrejos no les importa vivir en cualquier casa?
-Ya ves que no, les da lo mismo, se meten en el orificio que les queda más cerca.
-Es verdad, parece que son felices así -musitó la pequeña.

La vista se perdía en la planicie costera. El sol alumbraba suave acariciando los cuerpos. Solos en medio de aquella vastedad, padre e hija no dejaban de mirar extasiados los pequeños crustáceos que parecían jugar a salir de sus agujeros y meterse en el que primero se les ponía a su paso. Vez tras vez corrían a sus agujeros cuando escuchaban el menor ruido extraño o divisaban las olas acercarse sobre sus guaridas.

-Papá, -interrumpió el silencio Manuela, -¿los cangrejos son hombres o  son mujeres?
-Parecen que son machos y hembras -Respondió Don Domingo.
-Mmm -Razonó la niña-, no se parecen a nosotros.
-¡Claro que no se parecen a nosotros! -Respondió el padre-, el ser humano tiene reglas; las niñas tienen sus asuntos, sus cosas, los varones las suyas. Nuestras casas deben ser solo nuestras y  nadie puede entrar así como así a ellas. Jamás una persona decente y bien criada se metería con un extraño, o lo aceptaría sin conocerlo como hacen estos cangrejos.
-Pero parecen que son felices -aclaró la niña.
-No, hija, no son felices, son bestias, animales... son..., cómo se llaman estos bichos... ah, sí, crustáceos.

Un oleaje abundante arrasó con la arena; los pequeños orificios de los cangrejos fueron barridos por completo.


Luego que el agua se escurrió, salió uno, luego otro y al instante cientos trabajaban despejando sus pequeñas cavidades, para volver a la rutina de entrar y salir y mezclarse una y otra vez con diferentes compañeros de la inmensa playa.

-¿Por qué dijiste que los cangrejos no se parecen a nosotros? - interrogó el papá.

La niña pensó un momento y luego contestó:

-Son amigos de verdad -exclamó la niña y entusiasmada agregó- no tienen diferencias, se quieren y se aceptan... y se meten en el mismo hoyo con cualquiera, sin importarles nada más.


Don Domingo miró a su hija, la acarició y no agregó nada.

Domingo Plácido Negrete Fernández.
Antofagasta, Chile.

Tomado de la página de internet:
http://www.campanaderechoeducacion.org/sam2011/wp-content/uploads/2011/05/colorinacoloradaSPI-2.pdf




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